Como un niño de 8 años, que tenía gafas debido al astigmatismo, fui acosado extensamente en mi escuela. El tabú social en un país como India hace que un niño crea que es malo usar gafas. Una niña, mi compañera de clase me llamaba por su nombre, me robaba las coletas, mi maestra me hacía sentar al lado del basurero, ya que ella tenía un rencor personal contra las personas con gafas. Llegó a un punto en el que empecé a desarrollar un tartamudeo. Mi mamá estaba extremadamente enferma y por eso nunca le conté a nadie en mi casa. Después de 8 meses de conducta rabiosa excesiva de esa chica que me odiaba por el hecho de que tenía un marco en la cara, su madre vino a mi casa un día con su hija. Esta es la misma madre que después de quejas excesivas de mis compañeros y maestros pensaron que estaba bien que su hija estuviera haciendo lo que ella me hizo a mí.
Ella sube y mi corazón comienza a latir muy fuerte. Un niño de 8 años que quería esconderse debajo de una mesa como un gato al verla.
Ella le dice a su hija, “dile, dile”.
Comencé con ella cuando dijo: “Lo siento por lo que hice, fui al médico hace unos días y me dijo que tenía un número exiguo, pero tendré que usar lentes y comer sano”.
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Dije que estaba bien y cerré la puerta. La vi usar lentes al día siguiente en la escuela, pero ignoré su presencia. Sus gafas no fueron el resultado de su Karma, FUE CULPADA.
Regresé a casa y lloré el día que la vi. No por felicidad o por cualquier otra emoción, sino por puro alivio. Alivio de que ya no me molestaría más, tenía que preocuparme por uno menos.
La vida me enseñó una lección muy valiosa a los 8 años. No podría haber tenido una experiencia mejor que esta. Me hizo una persona más fuerte, más concietante.