Alma y conciencia no son cuantificables ni divisibles. Cuando “usted” interactúa con algo que considera “no usted”, ese es su cuerpo físico que percibe e interactúa con otro objeto físico. Las partículas en tu cuerpo hacen lo mismo. Cada partícula, cada célula conoce su propio deber, y sabe que está separada de otras células. Tu cerebro interactúa y se comunica con tus órganos. Sabe que no es un estómago, pero también sabe que él y el estómago son parte de su cuerpo físico.
La conciencia es potencial para la acción dentro de las limitaciones de la capacidad física. Si pierde la vida y, por lo tanto, la conciencia, todos sus atributos físicos pierden su potencial para la acción. Si su cerebro está muerto, no puede comunicarse con su cuerpo. Sus células están muertas, no pueden comunicarse entre sí. Ya no tienen identidad o conciencia.
La conciencia no es física. Es infinitamente singular y simple; no descarta ninguna posibilidad, pero tampoco favorece. No elige operar, simplemente es accesible para nosotros. La conciencia no puede actuar, pero nos permite actuar. Algo que ya no puede operar dentro de un mundo de potenciales infinitos, algo que ha expirado, ya no puede contener la conciencia, porque la conciencia es puro potencial. El alma no “se va”, la identidad caduca, porque el medio que la contiene y la desarrolla, caduca.
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