Nadie le debe un trabajo autocumplido a nadie.
Algunos aprenden a encontrar placer en aquellas cosas que pagan las cuentas. Cuando definimos el trabajo como un servicio que hacemos a cambio de dinero, nuestros sueños de autorrealización pueden necesitar ser reformulados por las demandas del mercado. Afortunadamente, para algunas personas, puede haber una coincidencia entre sus esperanzas y las expectativas de sus clientes, empleadores o público. A veces, los objetivos y estándares del productor y el consumidor se alinean a pesar de sus diversas preocupaciones.
Sin embargo, alinear estas preocupaciones puede ser una ocupación a tiempo completo; y una elusión para muchos. Aquellos que prefieren enfocar su experiencia y talento en aquellas cosas que les importan, pero para las cuales puede haber muy poca demanda o demasiada competencia, pueden desear cultivar su actividad como un pasatiempo. Consumir trabajo como pasatiempo podría ser el primer paso necesario para producirlo a cambio de dinero. De ninguna manera garantiza que exista un nicho para cada aficionado lucrativo decente, pero muestra participación.
Podemos cultivar ideas tan elevadas sobre el trabajo, e invertir tanto tiempo en prepararlo, que no es raro esperar vivir de un pasatiempo que se nos puede pagar por hacer profesionalmente. Trabajar por dinero viene con su parte de dinámica que puede socavar algunos de estos ideales y presentar otros aspectos. Si bien las lecciones del lugar de trabajo no son necesariamente “dilberescas”, la libertad que podemos disfrutar al crecer a través de la práctica de algunos pasatiempos bien elegidos no tiene precio (aunque a veces es costoso), y más que a menudo no tiene comparación con el lugar de trabajo.
- ¿Se ha beneficiado la humanidad de otra especie? ¿Si es así, cómo?
- ¿Se han beneficiado los humanos de la Tierra?
- Si todos son únicos, ¿la unicidad se volvería normal?
- ¿Por qué las personas reclaman desigualdad pero toman decisiones que causan desigualdad?
- ¿Es la religión otra raíz del racismo? ¿Qué pasaría si nunca, nunca, nos presentamos a la religión? ¿Cuán social sería todo el mundo entonces?