Si yo fuera consciente de la palabra “joder” en 7mo grado, ¡esto hubiera sido un “joder, sí!” momento. Pero como no lo era, este es mi momento EUREKA más preciado hasta ahora.
Un día en la escuela, el director convocó una reunión urgente de maestros durante el horario escolar por algún motivo. Así que la mayoría de las clases eran gratuitas, y la cantidad de maestros que quedaban para controlar esas clases era muy inferior.
Así que los estudiantes de séptima y octava clase (fuerza total> 80) fueron obligados a sentarse juntos en un solo salón de clases con un maestro a cargo de la clase. Esta maestra era nueva en la escuela en ese momento. Él era un profesor de matemáticas, y muy bueno. Entonces, para complacer a los estudiantes, escribió la siguiente prueba en la pizarra:
Supongamos que A = B
- ¿Qué trucos de la vida has implementado para hacer tu vida más eficiente?
- ¿Cuál es la lección de vida más importante que puedo enseñarle a mi hijo de 16 meses ahora?
- ¿Qué significa salvar la propia vida en el contexto del destino personal?
- ¿Cuál es la mejor película sobre lecciones de vida que puedo ver?
- ¿Cuál es la mejor historia verdadera de una entrevista que hayas escuchado?
=> 2A = 2B
=> 2A – 2B = A – B
=> 2 (A – B) = (A – B)
Cancele (A – B) desde ambos lados y obtendrá: 2 = 1
Nos pidió que averiguáramos qué falla en la prueba.
Permítanme recordarles que todos éramos un grupo de alumnos impresionables de 7º y 8º grado que no sabían la L de límites en ese momento. Así que todos los niños estaban perplejos.
Yo estaba sentado en el último banco. Yo también estaba mirando fijamente la pizarra, leyendo la prueba una y otra vez. Mientras lo leía como la cuarta vez, de repente solté:
“Sir (A – B) es cero. Usted dividió cero por cero cuando canceló (A – B) en ambos lados. Creo que eso está mal”
Ni siquiera me puse de pie ni levanté la mano y pedí permiso para hablar. La maestra me pidió que me pusiera de pie y repitiera lo que había dicho a toda la clase otra vez. Todavía recuerdo esos pequeños aplausos y aplausos, y las palmaditas en la espalda que recibí de mis superiores y amigos. Esa fue la última vez que causé una buena primera impresión en un profesor.
Esa pequeña parte de mi vida, eso fue orgullo.
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Si le gusta esta respuesta, tómese un minuto para realizar mi débil intento de sátira:
Las voces en mi cabeza
PS Lea la descripción primero.