La resaca resultante de tirar un todo-nighter para terminar un buen libro.
Suena extraño, ¿verdad? Pero sí, este es uno de los placeres más asequibles que uno puede tener. Eso también en el presupuesto y en los confines de la habitación. Usted sabe ese sentimiento cuando aún quedan cien páginas antes de que la niebla del suspenso pueda desaparecer y pueda suceder una revelación que establezca sus pensamientos acelerados.
Es una de esas situaciones en las que cae presa de su incapacidad para decidir cuál de las dos opciones seleccionar:
- si ir a dormir porque estás casi agotado: o
- para continuar simplemente para averiguar qué hacen los personajes después de todo.
Decides mantener a un lado el libro y dormir, pero el tema comienza a jugar un juego sucio en tu cabeza y te mantiene despierto. Das vueltas y vueltas una y otra vez y luego decides recogerlo y terminarlo por una vez por todas. Hasta entonces el daño ya está hecho. Lo terminas y por fin te vas a dormir.
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Pero las cosas no terminan aquí. Te despiertas con un dolor de cabeza masivo que en realidad es calmante y luego te das cuenta de que todo ha terminado, que todo ha terminado. Los personajes te visitan nuevamente para despedirse y sigues mirando al techo apreciando la maravilla.