Aunque distinguimos entre pensamiento y emoción, la educación y el proceso de aprendizaje son una mezcla de los dos. Es fácil considerar inteligentes a los que piensan como nosotros, y a los que piensan de manera diferente, pero eso a menudo tiene poco que ver con el contenido real del pensamiento. Prestamos mucha más atención (en general) a la forma en que se dicen las cosas que a lo que realmente se dice. Tendemos a asociar la veracidad de la expresión de alguien con la veracidad de su pensamiento, aunque la incapacidad de comunicarse efectivamente no es necesariamente un signo de estupidez.
Sería normal tener un vínculo afectivo positivo con aquellos que nos enseñan, porque ese vínculo nos facilitará el aprendizaje. Al mismo tiempo, sin embargo, el maestro, como maestro, tiene la responsabilidad de desarrollar autonomía intelectual en aquellos a quienes enseña. Autonomía intelectual significa poder pensar por uno mismo, discerniendo no solo la diferencia entre hecho y opinión, sino más importante entre verdad y opinión. La verdad no viene de lo que dice la gente (ni siquiera de los profesores) sino de un juicio basado en mi propia experiencia. Los verdaderos educadores lo ayudan a cuestionar su experiencia, a analizar su experiencia y a descubrir qué es lo verdadero acerca de cómo son las cosas. Mientras permanezco apegado y dependiente de lo que otra persona haya dicho, y crea algo porque lo dijeron, careceré de autonomía intelectual y, por lo tanto, personal.
Podría suceder en nuestras vidas que nos encontremos con un verdadero maestro, alguien cuyas palabras están llenas de sabiduría y conocimiento. Aunque lo que dicen sigue siendo una opinión para nosotros, es una opinión que abre el camino para descubrir la verdad y nos acelera en el camino. Entonces, en el caso de un verdadero maestro, como Sócrates fue para Platón y Aristóteles, hay una reverencia y respeto implícitos.
Me parece que si aprendiéramos verdades difíciles, o verdades que realmente nos han liberado, o verdades que normalmente nunca habríamos considerado, eso debería tener un impacto en nuestra relación afectiva con la persona que nos ayudó a aprenderlas. Otras personas son tan increíblemente auto-didácticas que las opiniones de los demás son casi totalmente externas a su proceso de aprendizaje y tienen poco efecto en ello.
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