La redención del yo es como volver a casa después de décadas de estar en un camino caluroso, duro, largo y polvoriento. Es como darse una ducha en el agua de la vida y sentir los años y las capas de sangre crujiente, el sudor y las lágrimas que se acumulan en el agua y se arremolinan en el desagüe. Es un regreso a quien eras, y verdaderamente eres. El éxito no siempre se determina por los números en su cuenta bancaria, sino por la satisfacción en su vida cotidiana. Por redención me refiero a quitar la fachada, la lucha, las máscaras, el dolor de ser alguien o algo que no eres. Demasiados de nosotros nos vemos atrapados en la carrera de ratas de competir para ser los mejores en algo, olvidando ser los mejores de los Estados Unidos que podemos ser. Ser redimido, para mí, significa llegar a ser auténtico, real y transparente con uno mismo y con los demás. Ese es el verdadero éxito. Estar allí es como volver a estar limpio, volver a la simplicidad de la vida y al confort y la relajación que comparo con una ducha caliente, una cama limpia, sábanas suaves y el sueño reparador del alma inocente en paz con el lugar donde se encuentran.
Solía pensar que era importante lucir bien, tener mucho dinero, credenciales, logros y todas las trampas de lo que la sociedad considera “éxito”. Ahora sé que las relaciones, el amor y la compasión por uno mismo y por los demás es lo que más importa.