Los seres humanos son impulsados por una dicotomía de dolor y placer. Si algo es placentero, lo buscaremos; si es doloroso, lo evitaremos.
Cada vez que experimentamos un momento doloroso, la intensidad de esa experiencia, de ese dolor, afectará nuestro futuro. Cómo nos afecta es nuestra elección, pero el hecho de que tenga un impacto es inevitable.
Algunos eventos nos afectarán más que otros.
Cuando era niño, viví una guerra civil. Recuerdo claramente una explosión de bomba fuera de nuestra ventana. Durante mucho tiempo tuve pesadillas de un “hombre malo” que venía a matarnos. También recuerdo cuando murió mi abuela, su muerte fue devastadora para mí.
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Estos eventos, y el dolor que causaron, me siguieron hasta mi edad adulta. Causaron depresión. El dolor también inspiró un conjunto de temores que gotearon en todas las áreas de mi vida (por ejemplo, muerte, pobreza, sufrimiento, pérdida, rechazo, insuficiencia, abandono, etc.). Y por mucho que intenté olvidarlos, no pensar en ellos, alejarlos o luchar contra ellos, seguían volviendo.
Hasta que decidí enfrentarlos.
¿Alguna vez has notado que realmente no te detienes en momentos emocionantes y placenteros de tu pasado, sino que vuelves a los dolorosos?
Rumiamos sobre el dolor pasado porque no lo hemos aceptado.
¿Por qué yo? ¿Por qué tuvo que suceder? ¿Por qué me hicieron eso? ¿Por qué tenía que irse? ¿Porqué entonces?
O tememos, consciente o inconscientemente, que el dolor regrese, que seremos lastimados nuevamente.
Piense en las personas que temen las relaciones después de una mala ruptura; o experimentar miedo a la pobreza incluso si tienen suficiente? El miedo no coincide con la realidad, pero parece muy real.
Rumiamos porque pensar en algo nos mantiene alerta (para protegernos) pero no lo suficientemente expuestos como para sentirlo.
Paradójicamente, hasta que lo sintamos —aceptarlo, dándonos cuenta de que podemos estar bien incluso con todas las cosas malas, y sacar algunas lecciones de ello— no podemos superarlo. Así que seguimos volviendo.
Hasta que nos enfrentemos a nuestro pasado, por muy aterradora que sea, no podemos sanar.
Tenemos que darle sentido, darle significado, entenderlo, tal vez incluso encontrar algo más bueno en él y usarlo como un motor de cambio para nuestro futuro.
No puedes cambiar lo que te sucedió, pero puedes usar esa intensidad emocional para que esa experiencia te beneficie.
Mi dolor me hizo más fuerte, más compasivo y confiaba en mí mismo. Me ayudó a determinar qué es importante para mí, dónde gastar mis energías e incluso qué tipo de trabajo hacer …
El dolor, al igual que el placer, puede ayudarnos a cambiar, pero solo cuando sentimos, ambos, muy profundamente.
¡Espero que esto ayude!