Sabemos que el tiempo es una propiedad del espacio y la materia y que puede cambiar en función de nuestra velocidad en relación con un observador en el terreno, según la teoría de Einstein. Es cierto que tenemos una ilusión del flujo de tiempo direccional y hemos creado relojes que fomentan la ilusión del “paso” del tiempo. La direccionalidad también parece irreversible a medida que envejecemos y decaemos.
Nuestra conciencia del tiempo, sin embargo, en relación con el tictac de un reloj parece bastante subjetiva. El tiempo pasa rápido cuando nos estamos divirtiendo. Preguntamos a dónde fue el tiempo. Esto se debe a que, en eventos placenteros, nuestro cerebro procesa activamente un gran flujo de información extraña sin mucha conciencia del tiempo. Lo mismo sucede cuando nos enfocamos en leer un buen libro o ver una película interesante o pasar el rato con amigos cercanos.
El tiempo parece disminuir cuando nos enfrentamos a circunstancias peligrosas, por ejemplo, en un accidente inminente o al caer, o al enfrentarnos a un evento triste y trágico, pero esto es nuevamente una ilusión creada por nuestro cerebro que se centra en la supervivencia. Toda la conciencia y la actividad cerebral se centran en la amenaza actual que da lugar a esta ilusión que ralentiza el tiempo. Sabemos que durante estos eventos, el tiempo (medido por un reloj) pasó exactamente de la misma manera predecible para el resto del mundo. Sabemos que el tiempo (sea lo que sea) no podría haberse dilatado solo para nosotros.
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