Un picnic en una tarde soleada con mi esposa e hijo.
Con mi esposa: reviviría todos los hitos de nuestra relación. Le recordaría cuánto me rescató de un camino de autodestrucción total antes de entrar en mi vida … cómo inspiró en mis huesos y me regaló una nueva sensación de control. Le diría cuánto más logramos para nuestra familia y comunidad como equipo en lugar de hacerlo solos. Le recordaría que a pesar de mis largas horas en el hospital, ella siempre fue lo primero en mi vida, que todo lo que hice, todo lo que representé, todo lo que soy, siempre la tiene en primer plano. Le diría las numerosas veces que la había visto cuando no estaba consciente: asombrada por sus movimientos elegantes y sus expresiones faciales expresivas: pequeños destellos en sus pensamientos silenciosos que estaba desesperada por saber pero demasiado indecisa para interrumpir la belleza que tenía ante mí. Es como si realmente no existiera antes de conocerla y, sin reservas, gastaría mi último aliento diciéndole eso.
Y a mi hijo de 15 meses: sin ningún indicio de piedad, le daría el más feroz festival de cosquillas para escuchar su risa sincera, incontrolada y sin reservas … del tipo que calienta mi alma y sin lugar a dudas produce la mayor sonrisa en mi cara inmerecida.
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