Foto de Paul Irving.
Me consideraba un procrastinador crónico.
Años y años de tendencias constantes de no trabajar en lo que era imperativo, dejar todo hasta el último momento, arraigaron la acción y los patrones de pensamiento que harían hincapié en mi vida.
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La única razón por la que no me afectó hasta hace muy poco fue mi eficiencia en esos últimos momentos, mi mente se concentró en trabajar a toda marcha para lograr lo que podía con tan poco tiempo disponible.
Lo he intentado todo. Pomodoro, técnicas de gestión del tiempo, meditación, libros de autoayuda, todo el trato.
Sé lo que se siente. Los malos hábitos mueren tan duro .
Sin embargo, he encontrado una cura, una vacuna si lo desea, una que debe administrarse mensualmente para que le sirva de ayuda.
Siga estos pasos, y le aseguro que estará en camino de superar la postergación crónica.
1. Simular Rock Botton
Existe la idea de que debemos tocar fondo para tener el deseo innato de mejorar.
No nos engañemos. Algunos de nosotros disfrutamos nuestros malos hábitos, incluso si estamos en nuestros centros, anhelamos profundamente el cambio.
Todas las historias de transformación que hemos escuchado tienen esto en común. La gente nunca ha logrado realmente sus éxitos sin tocar primero el fondo.
Sin embargo, no es saludable desearnos eso a nosotros mismos. No estamos hechos para ser masoquistas.
Sin embargo, no podemos ignorar el profundo poder que tiene para encender el combustible necesario para impulsar nuestra superación personal.
Vamos por un compromiso más saludable, entonces: simulamos fondo de roca.
Esto implica los siguientes ejercicios de visualización.
- Tu objetivo es verte en el futuro, reproducir la cinta si así lo deseas, observar y experimentar las consecuencias de tus acciones.
- Aprovecha tus emociones, los responsables de tus comportamientos y los que surgen como resultado de tus comportamientos.
- Aprovechas la tristeza, el resentimiento y el disgusto, y los vinculas con el comportamiento de la dilación.
Escribe lo que sientes y ves, y repite este ejercicio todos los días hasta que no sientas nada más que repugnancia ante el concepto de postergación, por lo que se revuelven tus entrañas.
2. Establecer una meta
Esto es obvio. ¿Por qué te sentirías inclinado a esforzarte y evitar la comodidad sin razón?
Debe haber absolutamente un propósito, un por qué para tu sufrimiento, si así es como te gustaría llamarlo.
Su propósito debe ser algo por lo que se esfuerza, algo que le brinde alegría, desarrollo personal y un sentido general de logro, orgullo y progreso.
Sea preciso, claro y conciso.
Escríbelo.
3. Acuérdate de tu objetivo todos los días.
Fuera de la vista, fuera de la mente
Tu objetivo te evadirá si no haces el esfuerzo consciente para recordárselo.
Tu objetivo es engullirlo dentro de ti, interiorizarlo tanto que se vuelve tan natural trabajar para ello al igual que tus pulmones respiran por aire.
Cada mañana, escriba sus metas, invoque sus emociones más positivas y visualícese que ya las ha logrado.
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