Aunque la humanidad no está haciendo grandes cosas con otras especies, tiene su dignidad como seres humanos.
El hombre es infinitamente frágil en el universo. Podría ser el ser menos útil en la naturaleza, ya que no es apto para vivir allí. Cualquier cosa podría picarlo, desgarrarlo, destrozarlo y matarlo en la naturaleza.
Sin embargo, incluso si toda la naturaleza se levanta contra la humanidad, esta última tendría infinitamente más dignidad que sus opresores, porque está consciente y piensa. El universo no se da una razón para existir, existe en sí mismo. Sin embargo, el hombre existe para sí mismo y, por lo tanto, tiene una existencia superior que debe asumir. La moralidad es la prueba de ello, ya que ninguna otra criatura está sujeta a ella.
La moralidad, en este sentido, coloca al hombre por encima de todo lo demás. Es imperativo poner al hombre como un fin y nunca como meros medios. Uno no debe poner otras especies por encima de la humanidad como un fin en sí mismo. De todos modos, ¿quién sería aún consciente de la realidad si no hubiera seres conscientes? ¿Y disfrutarían otras especies de su libertad recién adquirida del hombre si no pueden saber que fueron liberados?
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Entonces, en general, no podemos colocar especies por encima del hombre. Sin embargo, estamos moralmente obligados a respetar a otras criaturas, pero nunca tanto como debemos respetar a otros seres humanos.