Es importante recordar que la aceptación radical no es similar a la aprobación o la justificación, es solo el reconocimiento de que algo ha sucedido o está sucediendo. No te tiene que gustar ni cuestionarlo, y no se trata de ser pasivo o rendirse. Se trata de tomar la energía que podrías ejercer para luchar contra la realidad y, en cambio, elegir canalizarla hacia la aceptación.
Superar este concepto erróneo es el primer paso, y posiblemente el más importante, para traducir la aceptación radical en su vida diaria. Una vez que podamos aceptar nuestra realidad, podemos evaluar si queremos cambiarla o no y cómo podríamos hacerlo. Uno tampoco debe limitar sus aplicaciones a circunstancias extremas (por ejemplo, la muerte de un ser querido o de un compañero que lo engaña); acostumbrarse a practicarlo en el contexto de eventos más pequeños (por ejemplo, aceptar que está lloviendo cuando había planeado pasar el día afuera) lo ayudará a prepararse mejor para cuando más lo necesite.
La aceptación radical también está estrechamente relacionada con la atención plena, en la cual uno se permite tomar consciencia de sus pensamientos y sentimientos en el momento presente sin asociar ningún juicio o reacción a ellos. Si puede aprender a reconocer de manera imparcial sus respuestas emocionales a los eventos, así como el evento en sí, se está colocando en el mejor lugar para abordar y remediar la situación de manera efectiva.
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