Tuve un accidente automovilístico grave y pasé 5 semanas en soporte vital y 2 meses recuperándome en el hospital. Las primeras 2 semanas fueron dudosas y no sabía si tenía la fuerza para vivir o si algo desconocido podría no darme la opción.
Al darme cuenta de la gravedad de mi situación, lo primero que noté fue que no tenía miedo de morir, pero que las personas en mi vida (niños, hermanos, padres y amigos cercanos) todavía me necesitaban. Tomé una decisión activa para salir adelante y vivir.
La segunda cosa que me di cuenta fue que había perdido totalmente mi vida hasta ahora. Soy verbal emocionalmente y les digo a los demás que los amo, pero en realidad no había amado a nadie lo suficiente. Necesitaba compartir cumplidos más honestos. Necesitaba animar más a aquellos en mi vida. Necesitaba ser más positivo. Necesitaba amar a los demás tanto como podía y, menos aún, estaba perdiendo la oportunidad de afectar realmente a los demás.
No me arrepentí del tiempo que pasé en la oficina para ayudar a mi familia o de las malas decisiones que tomé. Me arrepentí de no estar más cerca de mi familia. Me arrepentí de haber pasado tiempo entreteniéndome en lugar de invertir la felicidad en otros, familia o no.
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Han pasado 8 meses desde aquel accidente. No he tenido una discusión o incluso me he irritado un poco con alguien. No pierdo la oportunidad de alabar a los demás. Animo a otros a arriesgarse, arriesgarse al rechazo y lograr sus sueños. Felicito a los niños a sus padres y agradezco y reconozco la amabilidad recibida o la excelencia observada. Estoy viviendo plenamente, haciendo caso omiso de la mezquindad y haciendo todo lo posible por amar a los demás, por lo que no me arrepiento al final de mi vida, siempre que suceda.