La conciencia es fundamental. Aquellos que piensan que la conciencia es un producto de la evolución, en lugar de la evolución un producto de la conciencia, no entienden la profundidad real y la importancia de la conciencia.
La conciencia es una fuerza de la naturaleza, ¿de qué otra forma la estaríamos experimentando si no fuera así? El cerebro es un mecanismo receptor para la conciencia, pero la conciencia no requiere que exista un cerebro. Las células tienen su propia conciencia aparente, o conciencia, a través de sus propias percepciones. Este es un hecho que muchas personas evitan, pero es cierto.
Si las células tienen conciencia, también debe tener un átomo. Por lo tanto, debe haber una conciencia cósmica que anime a todos los avatares desde el átomo hasta Adán. Siendo este el caso, podemos concluir que el yo y el mundo “objetivo” son fabricaciones de la mentalidad subyacente que llamamos realidad. En otras palabras, el universo tal como lo conocemos es una simulación en la mente de una conciencia universal.
Esto puede sonar muy metafísico, pero no hay nada mágico en lo que estoy hablando. La física ha estado en esta línea de razonamiento, así como la filosofía, al menos durante el siglo pasado. Hoy más que nunca, la teoría de una realidad simulada ha ido ganando terreno.
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En conclusión, sí y no, la conciencia como “medio” no existe, pero la conciencia como base para que el yo y el entorno se mezclen sí existe. Sin la conciencia, el avatar no existiría, y sin el avatar, la conciencia no tendría un conducto a través del cual experimentar e interactuar con su simulación proyectada. Dando lugar a la realidad, somos como agujeros blancos.