JM Coetzee escribió un gran ensayo llamado “¿Qué es un clásico?” en el que reflexiona sobre la atemporalidad de las piezas de Bach, un ejercicio que lo hace preguntarse sobre la atemporalidad de ciertas obras de literatura.
No es una discusión muy concreta, probablemente porque la naturaleza del clásico en sí misma no es concreta, pero Coetzee llega a la conclusión general de que no hay un conjunto particular de criterios que una historia debe cumplir para convertirse en un clásico además de la capacidad de soportar la “prueba” Una historia se convierte en un clásico si “generaciones de personas no pueden permitirse el lujo de dejarla ir”, y las razones por las que las personas elegirían aferrarse a tal historia son innumerables. No hay una fórmula mágica o característica, no hay forma de “aislar una cualidad”, como dice Coetzee, sobre un texto que podemos decir con certeza condujo a su categorización como un clásico.
Es bastante amorfo y enloquecedor (es básicamente “no podemos decir exactamente con certeza, incluso si a veces podemos adivinar”), pero también es muy, muy cierto.
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