Lo que no te gusta de ti mismo, lo odias en los demás.
No entendí lo que esto significaba cuando era más joven. Me gustaba como persona y asumí que todas las personas tenían, fundamentalmente, buenas intenciones.
Fue solo cuando obtuve más experiencia en la vida que me di cuenta de que a medida que envejeces, te vuelves sutilmente menos tolerante con cualquier persona que difiera o no esté de acuerdo contigo. Lo que es peor es que las personas que piensan y actúan de manera similar a ti parecen ser una amenaza aún mayor para ti, por lo que te vuelves muy crítico con sus palabras y acciones.
Comprender la verdad de las palabras de mi madre me obligó a detenerme y reconsiderar mis motivaciones profundamente arraigadas por las que no me gustaba que alguien o lo que dijeran.
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Solo así podría mirar más allá y encontrar el terreno común que tan a menudo se necesita para construir puentes de negocios, emocionales y de amistad.
Intentalo.