La cuestión de cómo nuestros cerebros memorizan las experiencias diarias ha intrigado a los psicólogos cognitivos y neurocientíficos durante décadas. Entre una serie de teorías que intentan explicar cómo codificamos y luego recordamos la información, se ha observado una curiosa influencia sobre la codificación de la memoria: nuestro estado emocional en el momento en que ocurre un evento puede afectar nuestra capacidad para memorizar sus detalles.
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Además, se cree que las emociones desempeñan un papel en la determinación de si podemos recordar una memoria almacenada en el momento en que intentamos volver a visitarla. Se ha comprobado que persuadirnos a nosotros mismos en el mismo estado de ánimo que experimentábamos cuando presenciamos un evento, por ejemplo, a menudo tiene un efecto positivo en nuestras posibilidades de recordar detalles específicos relacionados con él.
Parece que las situaciones con carga emocional pueden llevarnos a crear recuerdos más duraderos del evento. Cuando nos llevan a experimentar sentimientos de deleite, ira u otros estados de la mente, los recuerdos vívidos son a menudo más posibles que en situaciones cotidianas en las que sentimos poco o ningún apego emocional a un evento.
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Los resultados del experimento MacKays, y otros con resultados similares, sugieren que un estado emotivo en el momento en que percibimos y procesamos una observación puede afectar positivamente la codificación de la información en la memoria a corto o incluso a largo plazo.
Si bien parece que hay evidencia creciente que respalda el papel de las emociones en la memoria, la pregunta sigue siendo por qué las emociones, sobre los juicios sobre los que ejercemos más control, afectan nuestra codificación de eventos de esta manera. ¿Para qué sirve el hecho de poder recordar una ocasión angustiosa que preferiríamos olvidar, mejor que los hechos que necesitamos aprender para un examen?
El enfoque de atención de una persona inevitablemente afectará lo que recuerde durante una experiencia, pero las emociones parecen afectar la codificación de la memoria con mayor profundidad que simplemente llamar la atención sobre un sujeto emotivo en particular sobre uno neutral.
Su estado emocional en el momento de un evento puede ayudar a determinar si sus observaciones durante el mismo se almacenarán o no para su posterior recuperación.
Hamann et al (1999) también propusieron que una función de la amígdala es modular la actividad en el hipocampo, que se cree que desempeña un papel en la formación de nuevas memorias (Hamann et al, 1999) .8
Si bien se cree que las emociones afectan la transformación de los eventos en recuerdos en el momento de la codificación, nuestro estado de ánimo al intentar recordar eventos en una fecha posterior puede afectar nuestra capacidad para acceder a esos recuerdos.
Este desvanecimiento del sesgo afectivo se demostró en un estudio de 2009 que probó el recuerdo de memoria de cientos de participantes y encontró que los recuerdos de una valencia positiva, cuando se recuerdan a otros, tienen más probabilidades de permanecer accesibles que los de una valencia negativa (Walker et al. , 2009) .10