Te contaré una historia.
Hay un chico cuyo nombre es Sam. Él está haciendo su graduación de una universidad de renombre. Pero el problema es que no es sincero, no se preocupa por estudiar. Él siempre piensa en ser el mejor de la universidad sin tomar medidas. Él siempre vive en la ilusión. Él cree, él lo sabe todo.
Ha llegado el examen y no ha preparado nada. Le fallaron en el examen. Su motivación perdida. De nuevo tiene que repetir la misma clase, es muy doloroso. Pero esta vez él está decidido, comienza a estudiar seriamente. Después de un par de meses, nuevamente se convierte en el Sam anterior. Una vez más comienza a vivir su ilusión plena vida. Se aleja de su camino. Nuevamente cae en la misma trampa de no actuar. Se le falla esta vez también. Ahora empieza a culpar a sus maestros, al medio ambiente y todo lo demás. Ahora no puede hacer nada, ha perdido toda su motivación.
Las personas como Sam que nunca aprenden de sus errores tienen que pagar un precio muy alto. Pierden toda su motivación, comienzan a pensar que el dios no es justo. Comienzan a dar excusas. Son las personas que no hacen nada excepto maldecir a otros.