¿Qué hace que las películas de Disney sean irresistibles?

Su optimismo más grande que la vida, su estética pulida y colorida (películas dibujadas a mano y animadas por computadora por igual), sus números musicales pegadizos de calidad de Broadway, su humor, sus personajes generalmente atractivos. Por último, pero no menos importante, siempre ha habido un atractivo popular en las lecciones ocasionales que enseñan. Aunque tienden a ser un poco demasiado en la nariz y no me importa exactamente el aspecto educativo de las películas de Disney, una vez más volvemos al optimismo un tanto tonto pero cálido que hace que la casa del Ratón sea tan querida: las lecciones son tan tan simple como “amar a todos, perdonar, etc.”, pero a muchas personas les gustan las películas de Disney precisamente por esa simplicidad, por la forma en que puede hacerlas sonreír en solo una hora, independientemente de la edad o la situación en la vida. El énfasis de la compañía en transmitir valores familiares “universales” también es lo que seduce a las personas a nivel internacional. Aún es evidente, incluso en 2017, que estos valores familiares están inspirados y orientados a la cultura WASP: la familia protestante anglosajona blanca, principalmente norteamericana, pero se las arregla para verter su magia en todo el mundo de manera independiente. ¿Por qué? Porque son burbujas de positivismo, y la gente siempre ha necesitado eso. Para mí, las películas de Disney no son irreprochables, ningún producto nacido de gigantes capitalistas lo es, pero aún así me llaman la atención porque transmiten positividad. Algo más necesario hoy más que nunca, tanto para los niños como para los adultos.