Soy uno de los quince. Yo soy el quinto No tenemos gemelos.
Crecí con el ciclo del nacimiento de uno de cada dos años de un hermano, creando un patrón en nuestras vidas tan predecible, emocionante, estresante y rítmico como las vacaciones. Cada año, en diciembre, nuestra casa se encendió con Januca, todos los años construimos un Sukkah para las vacaciones de otoño, y cada dos años sacamos la cuna y la forramos con un banderín blanco con oraciones moradas y pájaros cosidos en ella.
Cada dos años, el mayor de la casa se casaba y abandonaba la casa.
Siempre había razones para que las camas se pasaran y se reorganizaran a medida que las más viejas se movían hacia la ventana de la ventana más deseable, mientras que la más joven trabajaba para sacar el elevador alto.
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Todos éramos pequeños padres, cuanta más gente tengas sobre ti, más como alguien que te sientes. En un momento dado, cuando era adolescente, mi trabajo consistía en que cinco niños se durmieran. Cada noche, cinco niños en dos juegos de literas, pijamas frescos y sidecurls lavados. Los ordené alrededor y me sentí como rey.
(Mis hermanos ahora están casados y son adultos; los más pequeños se casarán este año. Desde que dejé la fe, las cosas se ponen tensas y torpes cuando visito mi hogar, pero cuando alguien menciona las historias de la hora de ir a la cama que inventé para estos muchachos de ojos grandes, todos rememorar con nostalgia cálida.)
Cuando pienso en familias numerosas pienso …
… de las ciudades. Cuánto más personas comparten el espacio y, sin embargo, cuánto menos se conocen entre sí.
… de mi hermano de cuatro años en pijama sacando a la criatura de dos años de la cuna, con la misma seriedad que un niño pequeño que se hace una taza de café.
… de la independencia. Niños que saben cuidar de sí mismos.
… de muchas tareas domésticas.
… de las noches que mi hermana mayor me despertó porque la molestaba con mis ronquidos. A medida que era mayor, su solución a este problema era sencilla: tenía derecho a la mejor oferta debido a la antigüedad, así que tuve que sacrificar mi sueño para poder ahorrar en la molestia. Se resolvió cuando a mis padres me extirparon las amígdalas.
… la vivacidad.
Supongo que puedes decir que lo recuerdo con cariño. Siempre pensé que tendría mi propia prole así, pero las cosas parecían menos felices desde la perspectiva de la maternidad. Siempre llevaré un poco de tristeza por la gran familia de las esperanzas de mi infancia.