A los 73 años, la mayoría de los días mi vida es más placentera que nunca y también más desafiante.
Creo que la diferencia se hace completamente en nuestra actitud hacia nosotros mismos y hacia donde estamos en la vida. Encuentro que aquellos que no encuentran alegría en su último año tienen una perspectiva muy negativa sobre el envejecimiento o sienten que fracasaron en tener o lograr las cosas en su vida que desean o que las personas en su vida no son un gran apoyo y amor.
En mi propio viaje hacia la transición a esta etapa de la vida, a veces he tenido actitudes negativas. Afortunadamente, mi fe en Dios y su interminable amor pronto me hicieron retomar mi visión.
Esto debería y puede ser, en formas muy importantes, los años más satisfactorios de nuestras vidas. Tenemos la oportunidad de usar nuestra sabiduría aprendida en el camino para amar, apoyar y enseñar a los que vienen después. También somos lo suficientemente jóvenes como para tener nuestros propios sueños, tal vez no los grandes que se extienden más allá de nuestras vidas, pero los sueños todavía son posibles con la actitud correcta.
Pienso también que muchos no encuentran alegría durante estos años porque se enfocan demasiado en sus dolores y pérdidas y en sus incapacidades, en lugar de buscar y buscar formas de usar este momento de su vida de manera productiva, dejando un legado de amor y propósito para aquellos a quienes amamos y nos preocupamos.
Cuando me enfoco solo en mí, es fácil desanimarme y sentir pena por mí mismo. Cuando me concentro en Dios y le pido que me guíe hacia esos caminos, puedo marcar una verdadera diferencia en mi vida y en las personas que me rodean: mi actitud se convierte en una de alegría.
Obtenemos lo que damos; Si no damos nada no recibiremos nada. Entonces, sea cual sea la situación en la que se encuentre, lo aliento a que encuentre formas de brindar la sabiduría que ha aprendido a lo largo de estos años en beneficio de los demás, y creo que comenzará a ver que puede y tendrá alegría en sus años posteriores.
Toda mi vida, Dios ha usado circunstancias y situaciones que me han convencido de que toda la diferencia entre sentir alegría y no es nuestra propia actitud hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Rezo para que encuentren esto tan bien como lo verán, ya que estoy descubriendo que en ningún otro momento tenemos las mejores oportunidades para marcar una diferencia real en nuestras vidas y en las personas que nos rodean. Sin embargo, para llegar allí tenemos que apartarnos de nosotros mismos.