¿Hay un límite para el conocimiento humano?

El conocimiento no solo es limitado, sino imposible.

El conocimiento es, en términos epistemológicos básicos, una creencia verdadera justificada. Eso significa que el sujeto creyente debe estar convencido de la creencia, y esa creencia debe ser verdadera en sí misma, independientemente de la mente que cree en ella.

Sin embargo, ¿qué podemos saber? Nada de hecho.

Podemos decir que sabemos lo que la ciencia nos dice. Suena bien al principio. Pero entonces, una ley científica no se puede tomar con certeza, porque no podemos inducir que algo que funcionó desde siempre funcionará una vez más. No es porque algo “es” que “debería ser”.

Entonces, podemos decir que hay un mundo externo, porque podemos percibirlo y sentirlo, al mismo tiempo que podemos teorizarlo a través de la razón y la lógica. Pero, como dijimos para la teoría, no se puede tomar con certeza, porque no da nada seguro. Y en cuanto a los sentidos, lo que nos diría que nuestros sentidos no son ilusorios, algún tipo de realidad falsa con la que nuestros sentidos, en los que no podemos confiar, nos engañan.

¿Pero moralidad y justicia? No podemos negar la existencia de lo correcto y lo incorrecto. El sentimiento de justicia sería suficiente para decir que la moralidad existe como cierta. Sin embargo, éste no es el caso. La moralidad varía en el tiempo y el espacio. La gente solía tomar los valores como absolutos en el tiempo, solo para ser refutados severamente más tarde. El espectro político y las divisiones demuestran que la justicia no es una ciencia, sino un compromiso sin fundamento, una creencia necesaria de justicia propia.

El yo es lo que no se puede dudar. Podríamos estar en una ilusión total, pero al menos lo estamos, y esto es seguro. “Pienso, luego existo”, como dice el cogito cartesiano.

La realidad no puede ser conocida. El conocimiento es simplemente lo que decimos para aliviarnos en un mundo de incertidumbre, donde el universo, inmenso e infinito, aplasta a la humanidad por su grandeza. En ese mundo, no podemos dejarnos sin sentido, sin dirección o referencia, impotentes y frágiles frente a un universo que no podemos entender.