Lo siento por el retraso … aquí va.
En la prisión, como muchos podrían saber, hay un comisario (o cantina) y en mis instalaciones salimos cada dos semanas. La tienda, como lo llamamos, es de vital importancia para la mayoría de los presos, especialmente cuando los días de la tienda se retrasan y los suministros de todos se están agotando.
En una de esas ocasiones, yo y algunos compañeros de trabajo (del programa culinario y vocacional, estábamos en clase preparando mil rollos de canela para un evento. Todos estábamos conscientes del hecho de que ese día era finalmente el día de la tienda y estábamos ansiosos por ir. Se supone que debemos ser notificados y recogidos en el aula en cualquier momento, simplemente no sabíamos cuándo.
En un momento dado, Memo, mi mejor amigo, nos dejó saber que tiene que tirar los dados e ir al # 2 RÁPIDO … que había estado esperando todo el tiempo que pudo y no podía esperar más para que vinieran a por nosotros. Así que él se sumerge en el baño (que se adjunta al aula) y nos deja a los demás trabajando en los rollos de canela. En ese momento, uno de nosotros tiene una idea brillante … espera unos minutos (para que Memo se sienta cómodo), se acerca a la puerta y se abre en voz alta y comienza a imitar a un oficial que viene a recoger nuestras identificaciones para comisario. Inmediatamente nos alineamos y corremos con él actuando como si todos nos hubiésemos sorprendido y apresurados a salir corriendo por la puerta de la tienda. Le decimos al “oficial” que Memo está en el baño y al “oficial” le dice que no le importa, que la línea sale en 2 minutos.
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Hacemos suficiente ruido para hacer como si estuviéramos luchando y luego fingimos como si saliéramos por la puerta diciéndole a Memo que se apresurara … pero en vez de eso, simplemente volvemos a preparar los rollos de canela … aunque ahora en voz muy baja.
Al cabo de un minuto, oímos revueltos, un inodoro y la puerta se abre de golpe cuando Memo se apresura a pensar que ha perdido la línea. Cuando ve que, literalmente, nada ha cambiado en el aula, ya que todos seguimos trabajando en los rollos de canela, esta expresión de confusión, incredulidad y angustia aparece en su rostro.
Después de un golpe, Memo emite una línea que nunca dejamos ir en los siguientes 3 años que trabajamos juntos:
“Hermano … ¡no sabes lo que tengo que hacer!”
En ese momento acabamos de perderlo. Nos estamos riendo tan fuerte que casi no lo escuchamos repetir la frase como un soldado en shock … lo que, por supuesto, nos hace reír más.
El pobre hombre volvió al baño para terminar su negocio y continuamos trabajando. Por razones obvias, lo liberamos de tener que hacer más tiradas, pero ciertamente nunca lo dejamos olvidar esa línea.