¿Hay realmente alguna lección moral que aprender del mundo jurásico?

Sí. Aquí hay una buena respuesta proporcionada por NPR [1]

La gran noticia en Jurassic World no proviene de la clonación, sino de la ingeniería genética de una nueva criatura. Para aumentar los ingresos, el factor miedo necesita crecer. (En esto, la nueva película refleja su propio guión). Entonces, el dueño del parque, un multimillonario indio, contrata a un genetista chino para crear una nueva atracción irresistible.

Sin cuestionar las consecuencias morales de su investigación, el científico crea un mutante: una máquina de matar horrenda que mezcla lo mejor y lo peor del T. rex, el velociraptor e incluso la sepia.

El mensaje más obvio de la película es que no aprendemos de errores pasados. El hombre permanece moralmente en las cuevas, con el agravante problema de tener acceso a tecnologías cada vez más poderosas.

Se puede hacer un paralelo entre los abusos de la genética en la película y la invención de la bomba de fisión atómica en 1945 y, luego, su extensión a una bomba de fusión de hidrógeno en 1952. Algunos científicos que trabajaron en el Proyecto Manhattan desde 1942 hasta 1945 cuestionaron la derecho moral de inventar un arma con tal poder destructivo y, aún más, su uso sobre una población civil. Las bombas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki demostraron la viabilidad de la tecnología (aunque las pruebas también lo habrían hecho) y terminaron la guerra en el Pacífico. Pero con el advenimiento de la Guerra Fría, y con los soviéticos en control de las bombas de fisión, también había que hacer más. La bomba H fue la respuesta. A los soviéticos les tomó menos de un año detonar los suyos, y la carrera comenzó con máquinas de matar más grandes y destructivas.

Es revelador que una de las principales tensiones de la trama en Jurassic World proviene de un oportunista que quiere usar a los dinosaurios como armas. Parafraseando uno de sus ejemplos: Imagina liberar algunos velociraptores en los túneles de Tora Bora …

El monstruo híbrido en la película no es Godzilla, sino una bestia del infierno diseñada intencionalmente. Como sucede a menudo en la ciencia ficción, la historia se vuelve cautelosa. ¿Hasta qué punto estamos preparados para impulsar nuestras tecnologías sin, al mismo tiempo, sopesar sus consecuencias morales? ¿Dónde encontramos el equilibrio entre el apetito insaciable que los consumidores tienen por lo nuevo, la insaciable codicia de los inversores y el peligro de que terminemos creando algo que no podemos controlar?

Notas al pie

[1] La lección nunca aprendida en el ‘mundo jurásico’