No fue solo un acto de injusticia. Fue una serie de acciones de injusticia.
Tengo una hermana mayor y un hermano menor. Desde muy joven, mi hermana y yo nos vimos obligados a hacer todo tipo de tareas domésticas: barrer, fregar, lavar los platos, colgar la ropa y mucho más. No nos quejamos. Y luego estaban las pilas y las pilas de libros de trabajo sobre todas las materias escolares que se supone que debemos terminar. Fue un trabajo fácil para mi hermana porque, como era solo dos años mayor que yo, los libros que no podía leer en todas las páginas, me lo pasaba todo a mí. Así que termino con muchísimos libros de trabajo sin fin que se acumulan más y más. Mi madre los revisó a todos y los encontró sin terminar, luego me golpeó con el bastón y me gritó en la cara. Recordé haber puesto un parche negro púrpura en mi cintura, donde ella había golpeado la pila de libros. Me llamaron todo tipo de insultos imaginados: estúpido, idiota, imbécil, sin corazón y mi madre “deseaba que estuviera muerta”. Todo lo que recordaba era que estaba olvidado. Mis padres nunca me compran ropa nueva o solo prestan atención a cómo iba mi vida. A medida que crecía, tuve la fuerte impresión de que me estaba engordando porque toda mi ropa se ajustaba bien. Desarrollé un trastorno alimentario.
Mientras tanto, mis padres miman y cuidan a mi hermano como si fuera un príncipe delicado. Él no tiene que hacer ninguna tarea de la casa en la casa. Por la mañana, mi papá preparaba su uniforme escolar, llevaba su mochila al automóvil para él, me pedía que buscara sus zapatos y calcetines escolares mientras mi hermano yacía en el sofá medio dormido. Cada noche, durante los días escolares, se aseguraban de que tuviera listos sus kits deportivos y todo lo que necesitaba en la escuela. Consigue lo que quiere: juegos, bocadillos, golosinas y sonrisas. Más que nada, lo cuidan y, a menudo, hablan con palabras y tonos amables. Ellos lo aman y lo adoran.
Suena tonto, pero fue como una puñalada en mi corazón. Probablemente fueron los celos o tal vez algo más. Pero después de los episodios de lágrimas y de estar enojado por haber sido tratado injustamente, aprendí a endurecerme. Aprendí a absorberlo y seguir adelante. Gracias a mi experiencia en escuchar insultos, puedo manejar críticas o cualquier comentario negativo. Aprendí a controlar mi cara y mis emociones, tengo una cara pública de “escudo” donde sonrío y me río si es necesario. Aprendí a ser observador, siempre analizo y evalúo situaciones y personas. Aprendí a ser mejor mentiroso (para bien o para mal) y aprendí el concepto de “falsificarlo hasta que lo logres” para que mi “confianza” vuelva a crecer.
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Aprendí que tú mismo eres la persona más confiable del mundo y que la mayoría de las veces la gente te decepciona todo el tiempo. Aprendí a ser independiente.