No fue así como escuché por primera vez el dicho de mi padre hace casi 50 años. (Estaba en la Royal Canadian Air Force en la Segunda Guerra Mundial, y fue piloto corporativo en los años 50 y 80 que terminó su carrera con más de 36,000 horas de vuelo). Lo dijo como un enigma:
“¿Cómo se hace una pequeña fortuna en la aviación?”
“Comience con uno grande”.
La implicación y la lección subyacente es que la aviación es, y siempre ha sido, un negocio muy difícil para hacer dinero. Los costos son altos y los márgenes son bajos. A pesar de la ubicuidad de los viajes en avión, la realidad es que estos son, en muchos aspectos, productos y servicios especializados. ¿En cuántas otras empresas puede pensar dónde se considera que la producción de solo 5000 ejemplos de un solo producto es una gran historia de éxito?
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La lista de aerolíneas que han cerrado su negocio es muy larga, y la lista de las rentables es bastante corta y varía de un año a otro. La lista de fabricantes de aviones, tanto grandes como pequeños, tiene características similares. Más de una compañía establecida ha desaparecido como resultado del desarrollo prolongado de un solo tipo de avión. Recuerdo a un conocido escritor de aviación que sugería hace algunos años que el costo de desarrollar y certificar nuevos diseños se había vuelto tan prohibitivo que la única manera de tener éxito era certificar la aeronave e inmediatamente declararse en bancarrota. Eso le permitiría descontar todos los costos de desarrollo y tal vez … solo tal vez … obtener ganancias al producir el avión.
Esta descripción no es exclusiva de la aviación, por cierto. A un ex ministro de Agricultura de Canadá (miembro federal del Parlamento y ministro de Gabinete), Eugene Whelan, se le preguntó una vez qué haría si alguna vez ganaba un premio mayor de lotería. Él respondió: “Probablemente yo cultivaría hasta que todo se hubiera ido”.