Estaba en algún lugar alrededor de 8 años de edad. Era la función matrimonial de un tío (primo del padre). Tenían algunos familiares invitados de Bombay. En ese entonces, Bombay era como un país extranjero para la gente de mi lugar que solía mirar boquiabierta a los visitantes que escuchaban sus historias de la gran ciudad. Así que estaba esta chica de mi edad, se veía bien y estaba bien arreglada, pero estaba recibiendo toda la atención de mi tío y mi tía solo porque venía de una ciudad. Para ser honestos, solo estaban tratando de hacer que se sintiera como en casa y hablar con nosotros, pero siendo los niños celosos que éramos (yo y mis primos), al instante decidimos no hablar con ella. Más tarde, uno de mis primos mayores me llevó a ella, ya que era estudiante de una escuela del convento y conocía el hindi mejor que otros. Me la presentó y nos dejó. Mis otros primos pequeños ya me estaban mirando por cruzar las fronteras y entablar amistad con el enemigo: -pero no pude evitarlo, estaba realmente sola en todo el caos matrimonial. Así que durante una hora más o menos me senté allí hablando con ella y pronto estábamos riéndonos y sonriendo. Luego le pedí que se uniera a nosotros y todos empezamos a jugar. Por la noche, mientras cenaba, le pregunté acerca de todos los brazaletes que llevaba en la mano derecha. En realidad me sentía extraño porque llevaba muchos brazaletes que cubrían más de la mitad de su mano inferior. A lo que ella respondió “oh eso, los adorno en la memoria de mi madre”. No la entendí, le pregunté “¿Por qué? ¿Dónde está tu madre?”, A lo que ella sonrió con tristeza y con una inmensa tristeza, la cara golpeada se hizo cargo y dijo: “ella murió”. Luego narró cómo su padre los abandonó y ahora vive con su abuela materna. También me mostró el tatuaje del nombre de su madre, escondido detrás de sus brazaletes. No dije nada, se me escapó una lágrima y luego cenamos y pronto volvimos a nuestro mundo. El día siguiente fue la última vez que nos conocimos, ella se fue y nunca la volví a ver.
Esa chica me cambió la edad de 8 años, hasta ese momento nunca supe que existía la posibilidad de que nuestros padres se fueran algún día. Oh, nunca experimenté tanto dolor y nunca puedo olvidar su cara, sus brazaletes y su tatuaje. Ella despertó una bondad en mí y un inmenso deseo de estar allí para esas personas, que a pesar de que estamos celosos desde la distancia, pero en realidad están más solos de lo que nadie pueda imaginar. Cada vez que la recuerdo me digo a mí mismo: “Sí, es posible vivir con dolor y seguir sonriendo”.