Déjame contarte una historia: había un reino, hace mucho tiempo con un rey digno al mando. Era amable, justo y se había ganado el respeto de sus súbditos.
Un día, un mago, celoso del gobierno armonioso y pacífico del rey, decidió envenenar el pozo común. La gente del pueblo que bebió de eso nos volveremos locos mientras el rey no se vio afectado. El rey tenía un pozo personal en su reino del cual tenía agua.
En la corte de justicia del día siguiente, el rey fue percibido como un loco, ya que no tenía ningún sentido para ningún hombre común. En realidad, la gente había perdido el razonamiento racional mientras el rey era perfectamente lógico. Pero debido a que la misa estaba en un lado y solo al rey, el rey sintió que algo andaba mal con él.
El reino entró en un caos. El rey perdió la fe en sí mismo y abandonó el trono. El mago se acercó al rey y le ofreció el agua posicionada para obtener el control de su reino.
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Ahora si tu eres el rey, ¿cómo reaccionarías? Bebes el agua y recuperas el control de tu trono, ¿no es así? Bueno, ¡así es como arruinamos nuestras vidas! Al seguir a la manada, ser transportado por el flujo de la vida y someterse a la presión de los compañeros, incluso cuando sabemos que algo no está bien.
Ahora, para completar la historia: el rey rechazó la oferta del mago y salió en busca de la verdad. Consultó a sabios y sabios de diferentes reinos, mientras que el mago gobernó el reino.
El rey regresó al Reino con la curación del veneno del mago y sanó a su pueblo. El mago fue puesto por un rastro y ahorcado. El rey fue aclamado por su valor, integridad y determinación. No solo se salvó a sí mismo sino a todo su reino.
Somos todos los reyes de nuestras vidas e innumerables otros a quienes contactamos todos los días. Nuestra sociedad, nuestra familia y nuestros hijos, nuestra oficina, nuestros amigos, etc., es nuestro reino.
No solo nos estamos arruinando a nosotros mismos, sino también a nuestros reinos al aceptar veneno todos los días para que todos nos acepten. Arruinamos nuestras vidas al ser cobardes y no tomar el camino difícil, sino el correcto.