La personalidad se puede definir de diferentes maneras, dependiendo de si nos enfocamos en el individuo o en las personas en general.
Si nos enfocamos en las personas en general, entonces podemos definir la personalidad en términos de diferencias individuales, es decir, el rango de diferentes estilos de pensamiento, sentimiento y actuación. Al igual que los seres humanos pueden diferir mucho en términos de sus rasgos físicos (altura, peso, cabello, etc.), también difieren en términos de rasgos mentales y de comportamiento. Por ejemplo, algunas personas son notablemente comunicativas y abiertas, mientras que otras son notablemente tranquilas y reservadas. Tales diferencias y variaciones se ven en todas partes a través de la población humana.
Si nos enfocamos en la personalidad de un individuo específico, podemos definirlo como el conjunto particular de disposiciones duraderas o tendencias a largo plazo de esa persona para pensar, sentir y actuar de maneras particulares. No estamos hablando de que las acciones específicas se repitan una y otra vez, como lavarse las manos de forma compulsiva, sino de patrones generales, tendencias e inclinaciones. Alguien que ha tendido a estar callado y reservado hasta ahora, probablemente seguirá siendo callado y reservado mañana. Eso no significa necesariamente que estén obligados a estar tranquilos y reservados en todo momento, en cada situación posible. Más bien, están dispuestos a ser callados y reservados la mayoría de las veces.
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